Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv
Al primer Rey del Festival de la Leyenda Vallenata Gilberto Alejandro Durán Díaz, siempre lo persiguió el número 9, como buen centro delantero del folclor vallenato. Nació en El Paso, antes departamento del Magdalena, hoy Cesar, el 9 febrero de 1919, pasadas las 9:00 de la mañana.
El 9 es su carta de presentación. Su nombre Alejandro, tiene 9 letras, y entre sus apellidos Durán Díaz, también hay 9 letras. De igual manera, los nombres y apellidos de su señora madre Juana Díaz, y de su partera María Daza, cuentan con nueve letras.
Cuando se coronó como Primer Rey Vallenato contaba con 49 años, y el 29 de abril de 1968 recibió de manos de Consuelo Araujonoguera ‘La Cacica’, el premio de cinco mil pesos, cuyo cheque tenía el número 297520 del Banco de Colombia.
Una de sus canciones más célebres tiene el nombre de 039, la placa de aquel carro famoso que se llevó a Irene, esa morena que lo dejó llorando. Además, tuvo 25 hijos con 19 mujeres.
En su honor se instaló en Valledupar en el año 1991, el monumento al ‘Pedazo de acordeón’, obra abstraccionista del escultor bogotano Gabriel Beltrán, cuya glorieta está ubicada en la carrera novena con calle 19.
El Festival Pedazo de Acordeón de El Paso, Cesar, nació por iniciativa de Cesar Serna Mieles, Eustorgio Flórez Mojica y Miguel Antonio Villazón Misat, y su Personería Jurídica es la No. 001144 del 31 de marzo de 1989.
En medio de la reseña del número 9 en la vida de Alejo Durán, lo único que no se supo fue la cifra exacta de las mujeres que contó en su famoso inventario, la cual convirtió en canción con la finalidad de conseguir a aquella que lo quisiera.
Quedó para la historia la reseña de aquel hombre que con su pedazo de acordeón se abrió camino en el folclor, que con sus anécdotas pintó de alegrías las historias pueblerinas y con sus mujeres adornó su corazón comenzando con Crisanta Bolaño ‘La Quicho’, una morena de su tierra El Paso, que vivía al lado de su casa, hasta el final aterrizar en Planeta Rica, Córdoba, con Gloria Dussan, a quien en sus últimos instantes de vida le dejó el testamento de su alma que enmarcó en la frase: “Goya, te quiero mucho”.
De Alejo Durán quedó su carisma y su imagen precisamente teniendo puesto un sombrero vueltiao, ese mismo al que le cantó Carlos Vives, y para no dejar ninguna duda, era de 29 vueltas. De igual manera, el 2019, se convirtió en el año de Alejo, según lo señala la ley No. 1860 del 1° de agosto de 2017, cuyo autor es el senador cesarense José Alfredo Gnecco Zuleta.
Sobre su muerte Alejo Durán hizo referencia en la canción ‘Los Primeros días’.
No más, no más, son los primeros días,
el día que Alejo muera todos se pondrán de luto.
Yo de plazo le pongo unos 15 días,
en adelante no se acuerdan del difunto.
La sentencia de Alejo, quien murió el 15 de noviembre de 1989, no se cumplió porque se sigue recordando por todas sus gestas musicales y hechos que lo convirtieron en candela vida, donde esa llama nunca se apaga. Él mismo lo dijo en su paseo ‘La fortuna’.
A mí me recordarán
en este bonito canto,
esto es de Alejo Durán
un grande del vallenato.
Alejo Durán estuvo marcado por el nueve, el número del goleador del folclor vallenato, donde vestido de gloria anotó los primeros goles como sucedió en 1968, al interpretar cuatro canciones, el paseo, ‘La cachucha bacana’; el merengue: ‘Elvirita’ y la puya: ‘Mi pedazo de acordeón’, todas de su autoría. Además, del son ‘Alicia adorada’ de Juancho Polo Valencia.
El hijo de Náfer Donato Durán Mojica y Juana Francisca Díaz Villarreal, a los 19 años tomó por primera vez en sus manos un acordeón. Tocaba de oído, comenzando a tocar su propia música. De esa manera compuso la canción en aire de merengue ‘Las cocas”, refiriéndose a las mujeres que en las fincas se encargaban de preparar las comidas.
Alejo Durán, el magdalenense de nacimiento, cesarense por decreto y cordobés por adopción, se comprometió hasta sus últimos días a llevar el vallenato por todo el mundo teniendo como acompañante a su célebre pedazo de acordeón, ese mismo que le abrió las puertas con su habitual: “Apa, Oa, Sabroso” y que lo convirtió en leyenda.
Referencias de Alejo
Consuelo Araujonoguera, Gabriel García Márquez y David Sánchez Juliao, tres célebres nombres que en su momento entregaron el más alto concepto de Alejo Durán.
“Cuando Alejo Durán se subió a la tarima, al lado del amplio rectángulo de la plaza Alfonso López, fue cuando tuvimos la noción exacta de que el Festival de la Leyenda Vallenata había comenzado, y comenzado bien. Dos noches después en la gran final, ’La cachucha bacana’, ‘Elvirita’, ‘Alicia adorada’ y ‘Pedazo de acordeón’, fueron apenas la notificación musical de la apoteosis colectiva que desde entonces lo consagró para siempre en el afecto y la devoción de la gente”, Consuelo Araujonoguera.
“El legado de Alejo Durán, ese gran maestro, nunca morirá porque en sus canciones con sabor a pueblo y a mujeres bonitas, dejó la huella de un hombre bueno, sincero y de carisma inigualable”, Gabriel García Márquez.
“Alejo jamás tuvo vejez. Murió en la madurez, en la plenitud de una carrera y del desarrollo personal, rodeado de sus seres queridos y sus amigos. De tal manera que en el momento en que la muerte lo sorprendió, Alejo era un hombre vital que ya había entregado al mundo su legado, y recibido todos los honores que su arte merecía, siendo el más grande de ellos”, David Sánchez Juliao.
La crónica terminó de escribirse, el partido de la vida llegó al minuto 90, ganándose con gol del número nueve Alejo Durán, quien desde muy joven supo que hay que poner el talento y la fuerza a favor del folclor vallenato. Siempre fue un ganador.