Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv
Todo comenzó cuando Josefa María Guerra Castro, tenía 15 años y Leandro Díaz comenzó a enamorarla a través de recados en la vereda Tocaimo, jurisdicción de San Diego, en aquel momento departamento del Magdalena, donde ella había nacido el viernes 18 de mayo de 1934 en el hogar conformado por Dámaso Guerra y María Castro.
Pasados 73 años ella accedió a contar en detalle este hecho que fue la cuota inicial para que naciera aquella célebre canción llamada ‘La diosa coronada’, un epígrafe en el libro ‘El amor en los tiempos del cólera’ del escritor Gabriel García Márquez, y ahora hiciera parte de una novedosa serie de televisión.
Sin dar tantas vueltas y con claridad absoluta comenzó a decir. “En aquella ocasión era una muchacha que a sus 15 años jugaba con muñecas, paseaba y no estaba pendiente de hombres. Yo vivía con mis padres y mis hermanos en la finca ‘Las Mercedes’. Sucedió que mis sobrinas Ana, Carmen y Teresa Castro, me contaban que Leandro estaba enamorado de mí, pero él nunca me dijo nada y yo menos”.
Explicó que él era amigo de su papá y sus hermanos Joaquín y Julio, quien tocaba acordeón, y por eso el acercamiento. “Frecuentemente iba a la finca porque allá hacían parrandas, pero yo no le paraba bolas y eso fue suficiente para hacerme la canción donde me puso como la diosa coronada”.
Sin parar de contar continuó diciendo. “A través de mis sobrinas me insistía y mandaba razones, pero lo que supe después era que ellas le contaban que era llamativa. Yo no era bonita de cara, pero si tenía un cuerpo que dominaba. Hasta era coqueta. Claro que sigo siendo orgullosa y engreída”. Al terminar de hablar soltó una carcajada de esas que llaman la atención en cualquier lugar. Insistió en que la canción nunca le gustó porque antes él había comentado que estaba enamorado de Josefa, esa muchacha que se creía la superior de la vereda, una diosa.
Serenata inesperada
El canto estaba listo y Leandro Díaz para congraciarse con la joven le pidió el favor al acordeonero Julio Guerra, hermano de Josefa, para que lo acompañara a darle una serenata en su casa. Todo quedó acordado en horas de la noche. Al sonar el acordeón y escucharse los primeros versos ella se levantó de la cama abriendo la ventaba. Entonces, al ver que era Leandro hizo una acción inesperada.
Llena de rabia abrió la puerta y llevando un balde con agua en la mano se lo arrojó. Ahí terminó esa historia de conquista que no tuvo un final feliz, porque la altiva ‘Diosa coronada’, dañó el encanto del compositor.
“Cuando escuché la canción pensé en mi papá que me iba a regañar o pegar por estar pendiente de un hombre siendo una pelada. También porque esa canción está llena de sarcasmos que solamente hay que conocer la historia para saber que no es un halago”, expresó Josefa Guerra.
Con el paso del tiempo la canción tuvo el mayor reconocimiento, siendo Poncho Zuleta y Nicolás ‘Colacho’ Mendoza, quienes la grabaron por primera vez en el año 1969. Ante esto, ella reflexionó y comentó. “Me hice famosa con las distintas versiones de la canción, tengo consideraciones por ser la protagonista, pero no he recibido nada y eso sí muchos han ganado plata a costillas mías”. Enseguida volvió la famosa carcajada.
Al preguntarle sobre si se sabía la canción respondió. “Claro, a veces la canto, aunque no me gusta porque me presenta como la mujer que no le paré bolas a él cuando pretendía llegar a tener algo conmigo. De verdad, no estaba para enamorarme de nadie. Solamente lo hice muchos años después”.
Con esa canción Josefa se convirtió en la joven que sedujo a Leandro Díaz, quien para liberarse le hizo un canto teniendo en cuenta su porte, garbo y manera de ser. Ella le robaba los suspiros, pero el viento nunca estuvo a su favor.
Cuando la charla iba por buen rumbo, Josefa Guerra frenó en seco y preguntó que si solamente le iba a preguntar sobre Leandro, porque ella también tenía una interesante historia.
Sin dejar de hablar señaló. “Yo me casé a los 26 años con Álvaro ‘El pollo’ Daza, con quien tengo seis hijos (Yolaida, Jaider, María Emilia, Orlando José, Cristóbal y Lucy Esther). Desde hace 43 años vivo con esa belleza de hombre en el corregimiento de ‘La Palmita’, municipio de La Jagua de Ibiríco, Cesar. Aunque él no es músico si le sonó la flauta conmigo”. La carcajada volvió a repetirse.
Leandro llegó lejos
Al retornar a hablar sobre Leandro anotó. “No me arrepiento de nada porque todo quedó en el pasado. Él estaba enamorado solo y yo una jovencita que iniciaba la vida. Lo mejor de todo es que Leandro llegó lejos con sus canciones y eso no se puede negar”.
Durante la charla repetía constantemente que no le gustaba para nada la canción ‘La diosa coronada’, exponiendo sus razones. Entonces, se le preguntó que si alguna le llamaba la atención. Cerró los ojos para pensar y al abrirlos habló de varias, pero se quedó con ‘Cardón guajiro’. “En esa canción Leandro se presenta contando que era como el cardón guajiro que nunca lo marchitaba ni el sol. Tremenda comparación”, confiesa Josefa Guerra.
A cada rato la interrumpían para saludarla y decirle que estaba entre las mujeres que no cayó vencida ante los versos del poeta ciego del vallenato. Ella agradeció los gestos y al escuchar algunas palabras aseveró. “Si, Leandro nunca reinó en mi vida. Solamente me sacó la canción. Era un enamorado solitario”.
De ese talante es la sandiegana que se atravesó por algún tiempo en la vida de Leandro, para darle mayor veracidad a la inspiración del hombre que veía con los ojos del alma. Ese mismo que después tuvo la virtud de emparejar las cargas del sentimiento y ser cautivo por el amor, hasta cantarle a una morena que tenía sabor a primavera.
Gracias a Josefa María Guerra Castro, por relatar esa historia donde fue protagonista, permitiendo que Leandro Díaz se sentara en la cascada del río Tocaimo y dijera muy convencido. “En adelanto van estos lugares, ya tienen su diosa coronada». Lo real fue que ella nunca pensó que esa diosa encopetada y de los encantos, llegara hasta el último recoveco del universo vallenato.