Ovidio Granados, metido hace 60 años en el corazón de los acordeones

Ovidio Granados, metido hace 60 años en el corazón de los acordeones

-Desde muy joven conoció el secreto para dar la nota precisa y poder tocar el vallenato que arruga hasta el sentimiento-

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

En un amplio kiosco de su casa ubicada en el barrio Los Caciques de Valledupar, tiene su taller de acordeones el maestro Ovidio Enrique Granados Durán. Ese lugar, está adornado con muchos recuerdos fotográficos donde aparecen su hijo Eudes, a quien no se cansa de añorar y su fiel compañera Nidia Antonia Córdoba Cantillo, cuya partida todavía no asimila, al punto que con sólo nombrarla las lágrimas visitan sus mejillas. Su corazón sigue roto como algunos fuelles de los acordeones que han pasado por sus manos.

Se le dejó pasar el momento triste y enseguida se habló sobre la entrevista  basada en el oficio que desempeña desde hace 60 años, siendo el único que ha tenido en sus manos la mayor cantidad de acordeones. Nadie lo supera.

El viejo ‘Villo’ se puso en acción y en menos de lo que canta un gallo, abrió un acordeón empezando a dar clases sobre sus elementos ocultos y el diligente trabajo que realiza para ponerlo a sonar bien.

Estando sentado al frente de una mesa llena de piezas y herramientas que hacen parte de su labor cotidiana y con su hablado pausado, dijo. “Este arte lo aprendí viendo en el caserío de Caracolicito, (Cesar), al viejo Ismael Rudas Jaramillo. La idea era aprender porque yo había  dañado un acordeón que me regaló mi papá Juan Francisco Granados Ochoa. Eso sí, aprendí rápido y la goma no se me ha pasado porque de esto vivo”.

Después de esa rápida explicación sobre la entrada al ‘corazón’ de los acordeones lleno de aluminio, plástico y cartón, indicó. “Cuando partía un pito no me gustaba tocar el acordeón y entonces venía la reparación. Antes, para arreglar un pito, uno se demoraba casi un día, ahora se hace en menos de una hora. Todo ha cambiado en ese sentido, menos el precio, que siguen siendo los mismos 15 mil pesos”.

Consultado sobre la manera de arreglar los pitos del acordeón, no soltó nada. “Les aplico el secreto y quedan bien. Si lo digo pierdo el trabajo. Vea, los únicos que saben ese secreto son mis hijos, especialmente Ovidio Raúl, quien sin duda será mi sucesor porque sabe limar las pequeñas lengüetas de metal para que al vibrar den los sonidos perfectos. Además, le cuento que estuve invitado a la fábrica Hohner en Alemania, donde se maravillaron de mi trabajo artesanal. Que dicha ir allá para ver de cerca el proceso de la hechura de los acordeones».

A Ovidio Granados, el acordeonero del oído acucioso, le gusta es trabajar. Cuando no lo hace se la pasa con sueño, pero al llegar sus amigos acordeoneros, como los llama, para no utilizar la palabra clientes, se pone feliz y de buen genio.

Contando esas historias se acordó de un acordeonero que le mandó a poner a tono su instrumento y no le gustó el arreglo. «Ese es mucho acordeonero chambón. No le gustó para nada el trabajo que hice. No digo el nombre para seguir teniéndolo como amigo, pero lo peor es que según él, no pude dejárselo como quería. Entonces acudió a otro músico, quien me defendió”.

Enseguida indica que en el mundo vallenato hay muchos técnicos de acordeones y a todos los respeta. “Cada cual tiene lo suyo y hace el trabajo a su manera. Lo que pasa soy el que más tiempo tengo en el oficio, 60 años, que es un tiempo considerable en este campo, además teniendo a mi lado a una dinastía grande que ha sabido poner el vallenato en lugares de honor. Eso es lo que más me satisface”.

Agachó su cabeza, meditó un rato y estando en ese trance por su mente pasaron tantas y tantas notas de acordeón que al fin y al cabo son el motivo de su vida. “Me acordé de tantas cosas que le dí gracias a Dios por darme este oficio, el más bello del mundo porque tiene música tocada con acordeón”.

Bendito vallenato

El desfile de acordeoneros por la casa de ‘Villo’ Granados nunca cesa. “Todos quieren que les ponga sus acordeones diez puntos, y cuando se acerca el Festival de la Leyenda Vallenata se me aumenta el trabajo. De esa manera contribuyo con la fiesta más grande de Valledupar”.

Quería seguir hablando de este entorno rodeado de notas de acordeón, pero le sonó el celular. Era una llamada donde le anunciaban que iba en camino un acordeón para que lo esculcara por dentro. Contestó. “Acá lo espero como siempre. Venga rápido para que no pierda el turno”.

Al tener el viento a su favor y la grabadora con ganas de recepcionar su voz, contó sus hazañas como acordeonero. “En 1968 participé en el Primer Festival de la Leyenda Vallenata donde quedé de segundo, detrás de Alejo Durán. Después regresé en 1975 y volví a ocupar el segundo puesto. Ese  año ganó Julio De la Ossa; y en 1983 fue el último año, quedando nuevamente de segundo, siendo Rey Vallenato Julio Rojas”.

Sin parar su comentario jocosamente manifestó que se había retirado del Festival de la Leyenda Vallenata estando “ensegundao, bien ensegundao”. Al cabo de los años vinieron los triunfos de sus hijos Hugo Carlos, Juan José y de su hermano Almes. Entre ellos, hay dos Reyes de Reyes, brindándoles la alegría que él no pudo obtener tocando su acordeón. A ese pódium se suma su hermano, el cajero Adelmo ‘Memo’ Granados.

Ovidio Granados, “el Rey Vallenato por poco”, como suele decir frecuentemente, hizo su incursión en la pasta sonora en tres ocasiones con Los Playoneros del Cesar, y también al lado de Diomedes Díaz, con quien grabó las canciones ‘Diana’ (Calixto Ochoa), ‘Las cosas del amor’ (Marciano Martínez) y ‘Palmina’ (Joaquín Bettín).

Más recuerdos

El viejo ‘Villo’ siguió metido en el campo de los recuerdos y expresó que los mejores acordeoneros en todos los tiempos son: Luís Enrique Martínez, Calixto Ochoa y Alfredo Gutiérrez. Guardó silencio y entonces anotó: “A mis hijos Hugo Carlos, Juan José, y a mi hermano Almes, no los meto en la lista porque tocan más bonito y son unos tigres”. La sonrisa no se hizo esperar.

Luego pasó a las canciones que más le llamaban la atención en la música vallenata. Puso en acción su memoria y se quedó con tres. ‘Lirio rojo’ (Calixto Ochoa), ‘Matildelina’ (Leandro Díaz) y ‘El cachaquito’ (Miguel Yaneth).

Esta última obra nació en Mariangola, “el pueblo más bello del mundo”. Siguió hablando bellezas de su pueblo que lo vió nacer hace 80 años. Enseguida comunicó que se siente orgulloso de ser el estandarte de la dinastía, padre de 12 hijos, los cuales le han regalado 28 nietos.

Cuando estaba pendiente a otra pregunta, se le indagó por la canción de su autoría ‘El vicio’, y sonriendo anotó: “Ese merengue es el himno de la dinastía. Siempre se toca y gusta mucho”.

Si acaso me mata el vicio me entierran con mi acordeón, porque pa’ tocá bonito tengo que tomar el ron. Le vivo rogando a Dios que me dé una vida estable, para un hombre como yo que no le hace mal a nadie. Llorará mi madre cuando esté tendido, pero algún amigo de Ovidio tiene que acordarse.

Con la máxima emoción, el legendario juglar siguió hablando: “Hoy más que nunca le doy gracias a Dios porque la dinastía Granados tiene dos Reyes de Reyes, mi hijo Hugo Carlos y mi hermano Almes Guillermo. Eso es producto de la entrega y por ser fieles a ese vallenato puro que nos inculcaron desde siempre”.

‘El cirujano’, o Técnico de acordeones, lo del nombre es lo de menos, se quedó sentado en la terraza de su casa, en cuyo frente no tiene ningún aviso publicitario. No es necesario, porque todos saben que el viejo ‘Villo’ Granados, cuenta con el secreto para darle el tono preciso a los acordeones con la finalidad de sacarle las melodías que encantan y le ponen la nota precisa al universo vallenato.

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