-El periodista, locutor y presentador del Festival de la Leyenda Vallenata dejó su ejemplo de amor al oficio, a su tierra Valencia de Jesús, y al folclor-
Por Juan Rincón Vanegas @juanrinconv
Como en la canción ‘Sueño triste’ de Calixto Ochoa, en esta ocasión el periodista William Francisco Rosado Rincones, no pudo convencer a la muerte que lo dejara vivir otros años, y se lo llevó una mañana de esas donde las lágrimas fueron rocío en los rostros de miles de personas que lo quisieron con el alma.
El periodista, escritor, locutor, presentador, docente y compositor según el reporte entregado por el centro médico murió el 11 de mayo de 2021 a las 3:15 de la madrugada.
Se le apagó la vida al hombre noble, bueno y hecho para triunfar, pero días antes a William Rosado, se le solicitó leer y entregar su concepto sobre una crónica que había surgido referente al propósito logrado por la mujer indigena Teodolinda Gastelbondo Pertuz en su lucha por adquirir tierras para su etnia y no estar deambulando por distintos pueblos. Aceptó, leyó y respondió.
Nunca se olvida aquel lunes 19 de abril, cuando después de leer la crónica ‘La dura lucha de Teodolinda por la dignidad de su pueblo Chimila’, conceptuó: “Muy buena sin tanto recoveco, sencilla, pero con un mensaje claro y directo”.
Lo que no dijo el periodista era que la protagonista de la historia se parecía a él, por las constantes luchas, por la fe y por nunca doblegarse ante nada.
El amor por la radio
Hace un año con motivo del aniversario número 57 de haber salido al aire Radio Guatapurí William Rosado hizo un relato de este gran acontecimiento aprovechando para contar su amor por este medio. Así escribió.
“Al lado de mi madre Francisca Rincones Bravo, en Valencia de Jesús, le ‘curucutiaba’ su radio Phillips de teclas para ver el hombre que hablaba y cantaba dentro de ese receptor.
Fueron muchas las preguntas que se diluyeron en mi mente infantil, sin que nadie me explicara esefenómeno: “Es un hombre metido que está ahí”, me decía mi progenitora.
Eso era suficiente para calmar mi curiosidad, pero a la vez me complicaba la imaginación: ¿y a qué horas come y toma agua?, con esa disyuntiva me dormía y despertaba.
Así fuí creciendo apegado a las faldas de una mujer que nunca apagaba su radio, tampoco olvidaba las pilas Eveready blancas que compraba por cajas porque eran más baratas que las rojas, y ya cuando se le agotaban las ponía al pie del fogón para recargarlas mientras venía a Valledupar a comprar más.
Me volví un oyente obligado de Radio Guatapurí, la pasión de mi madre por las noticias y la música no tenía fin, y poco a poco fui identificando voces y programas. Era una seguidora de Huber Claro Quintero y su famoso programa de una firma de pólizas, ‘Clubes la Costa’ en donde recuerdo se ganó un radio más moderno de color gris que reemplazó al negro de teclas”.
William, el mundialista
El año pasado con motivo del 53° Festival de la Leyenda Vallenata virtual a William Rosado se le contactó para que presentara el concurso de canción inédita vallenata.
Lo primero que preguntó fue el valor del pago, pero antes se le comunicó que lo iban a ver en todo el mundo, de cuerpo y voz, porque la trasmisión televisiva estaría a cargo de La Caja de Música Live.
Ante esa razón manifestó. “Vea, hasta gratis se hace el trabajo para que me vean en la Conchinchina”.
Al tercer día cuando concluyó la trasmisión estaba feliz porque había recibido mensajes de muchas partes del mundo. Así era el William Rosado, quien nunca escatimó esfuerzo para difundir la música vallenata y escribir de Calixto Ochoa, un libro y una cantidad considerable de crónicas.
Un día muy triste
En el escenario de la tristeza del alma estaba su compadre, colega y amigo Edgardo Mendoza Guerra, quien no encontraba las palabras precisas para dibujar el dolor que sentía. Ante esto escribió.
“No me sorprende para nada cuanta gente te quiere y te recordará. Con ellos y con todos pasaste tus días por esta tierra, cuyos caminos aprendieron tu voz y tus sueños, algunos cumplidos, otros iniciados, algunos soñados como tantas cosas que no hacemos, pero hasta el final las llevamos en nuestros planes como si fuéramos a vivir siglos.
La vida es una brizna en las manos de Dios. De usted, querido compadre, aprendí esa frase, siempre que partía alguno de los tantos seres que tuvieron su amistad y cariño.
Me quedan cien mil recuerdos, mil alegrías, mil sonrisas, mil historias, algunas tan nuestras que cuesta creerlas, y ahora me toca convencerlos solo, cuando no ha sido mi habilidad.
Te lloré un río, o mejor dicho muchos ríos compadre del centro de mi corazón William Francisco Rosado Rincones”.
Adiós al paisano querido
Al casi llegar las horas de la tarde las canciones de Calixto Ochoa sonaban en su honor cuando el féretro hacía su recorrido por las calles de Valencia de Jesús, ese querido pueblo que lo había visto nacer 61 años, un mes y un día atrás.
Allá quedó sepultado el hombre donde estaban sembradas sus alegrías, esas mismas que abanicaron su corazón hasta lograr muchos objetivos y dejar huellas en las arenas del tiempo.
En el cierre de la crónica las letras se fueron agotando porque las lágrimas cubrieron de tristeza el portal del sentimiento. Ante esto era mejor quedarse con su sonrisa dormida en el recuerdo.