“No sé que tiene el acordeón de comunicativo que cuando lo escuchamos se nos arruga el sentimiento”, dijo Gabriel García Márquez, para significar las bondades emocionales que produce un buen vallenato tocado en una parranda. El único Premio Nobel de Colombia, conocedor como nadie de nuestros juglares, le expresó al mundo que su libro ‘Cien años de soledad’ era un vallenato de 350 páginas.
Excelente manera para exaltar una música que nació en los corrales de distintos caseríos de la costa Caribe colombiana, que interpretaban con su acordeón hombres campesinos curtidos por el sol y las labores propias de su entorno, y cuyo descanso era divulgar cantando los mensajes de la cotidianidad.
Así nació el vallenato, que con el correr de los años fue creciendo hasta llegar a conquistar el Premio Grammy Latino, aunque para llegar a este sitial de honor fue necesario que los juglares salieran de sus pueblos para dar a conocer sus mensajes cantados que tienen la esencia misma de la boñiga, la tierra mojada, el tinto mañanero y un sentimiento puro, ese que nace del alma y tiene agradable sabor a cielo.
El vallenato, es la poesía campesina que mezclada con un acordeón, una caja y una guacharaca, hacen posible la diversificación de cuatro hermosos aires que tienen como particularidad distintas velocidades, partiendo de la lenta hasta llegar a la más veloz.
Ya lo dijo Ovidio Granados, padre de los Reyes Vallenatos Hugo Carlos y Juan José y hermano del Rey Almes Granados, que “los aires vallenatos son cuatro hijos con distintos caracteres: joviales, alegres y acelerados”.
La mejor forma de saberlo es cuando el acordeonero pone sus dedos a cabalgar en el teclado de su bendito instrumento, y salen las notas precisas de paseos, merengues, sones y puyas. Son cuatro amables hermanos que hacen posible que el folclor vallenato tenga identidad, y que sus juglares y artistas hayan adquirido renombre gracias a preciosas obras que ejecutan y cantan.
¿Quién no tiene presente al primer arquitecto-compositor que le prometió a su hija construirle una casa en el aire para que viviera bonito en las nubes con los angelitos?; o cuando dos hombres curtidos por penas y alegrías se trenzaron en un duelo de versos para decirse verdades hasta que se acabara la vaina; en fin, son tantas las historias cantadas que podemos remitirnos hasta llegar a un negro de ébano que se dio el lujo de comunicarle al mundo que en un pedazo de acordeón tenía pegada su alma.
Quizá falte también traer el pensamiento del poeta ciego del vallenato, que en un verso hizo caminar a su amada Matildelina, para que se efectuara un milagro y una porción de tierra sonriera.
Las historias de las canciones vallenatas tienen el encanto propio de las cosas que nacen benditas y con el paso del tiempo se van expandiendo como el bostezo, de boca en boca.
Además de lo anterior, hay que recordar la leyenda de Francisco El Hombre, quien se enfrentó con el diablo en un memorable duelo musical. Después de largo tiempo de estar tocando el acordeón, de lado y lado, y viendo Francisco la sagacidad del diablo, optó por tocarle el credo al revés, asunto que inclinó la balanza a su favor.
Todo este recuento es preciso hacerlo, porque después de ser conocidos en la provincia diversos acordeoneros y compositores, vino un acontecimiento que les cambió la vida a estos hombres que se dedicaban a producir música esencialmente para alegrar a los amigos y a las mujeres que le tocaban su corazón. Nació en Valledupar, el Festival de la Leyenda Vallenata que con el paso de los años ha sido la matriz para otros eventos del mismo género que tienen la particularidad de abrir corazones, multiplicar alegrías y tener en sus acordeoneros y compositores a unos genios que se dedican a llevar correos cantados o ser simplemente cronistas musicales.
La gran fortaleza de la música vallenata a la que destacó Juanes como el símbolo de Colombia, es haberse anidado en Valledupar, una ciudad donde se trabaja cantando y donde cada año cuando al llegar el mes de abril abre sus puertas para darle la más grande bienvenida a los que llegan en busca del mejor manjar que regalan acordeoneros, cajeros, guacharaqueros, compositores, verseadores, cantantes y bailadores y bailadoras del pilón vallenato.
Es una fiesta única que se puede definir en una frase:
A quién se le canta aquí
a quién se le dan las gracias,
a los que vienen de afuera
o a los dueños de la casa.