Crónica. Se sigue comiendo la R de Rafael

-Historia nacida en el corazón de Chimichagua donde el sentimiento se pasea en una Piragua y en las playas de amor se les da la bienvenida a todos.- 

Por Juan Rincón Vanegas –  @juanrinconv 

Una mañana del lunes ocho de diciembre de 1986 en Chimichagua, ‘La tierra de la Piragua’, tuvo lugar una parranda memorable con la presencia del maestro Rafael Escalona Martínez,  Alfonso ‘Poncho’ Cotes Queruz y Camilo Namén Rapalino.

El lugar fue la casa donde vivió doña Sara Queruz López, la mamá de Poncho Cotes, ubicada al lado del antiguo Teatro Municipal, hoy Centro de Convenciones Heriberto Pretel Medina, compositor de ‘La candela viva’.

A la parranda llegó un niño que al escuchar el acordeón se puso a cantar con la lengua enredada. Cantaba con dificultad. 

Oye molenita te vas a quedal muy sola

polque anoche dijo el ladio

que ablieron el Liceo.

Como es estudiante

ya se va Escalona

pelo de lecueldo te deja un paseo. 

Llamó la atención, se ganó los aplausos y el abrazo de los presentes. Enseguida partió feliz de la parranda al conocer al autor de esa célebre canción. Han pasado los años y sigue siendo su preferida.

Ese episodio sirvió para que el maestro Escalona, después de recibir un trago de whisky de una joven morena Chimichagüera, a quien llamó “lindo capullo de la naturaleza”, contara la historia de la canción que nació el martes 24 de febrero de 1948.

“Al principio hice varios versos hasta que quedó el definitivo. El primero decía que era mi vidita y que me iba en la mañana y que no quería que llorara”. Todos los presentes escucharon la disertación del maestro que dejó escapar de su memoria ese recuerdo hecho canción.

Ante la pregunta sobre la inspiradora expresó que ese paseo se lo hizo a una linda joven sanjuanera de nombre Genoveva ‘Vevita’ Manjarrés Meza. “Como lo digo en la canción, lo que no me pareció lindo fue el nombre”, acotó.

De repente apareció una guitarra en las manos de Poncho Cotes Queruz, “Pedazo del alma mía”, como lo llamaba el maestro Escalona.

Ante la invitación, el hijo de Clemente Escalona Labarcés y Margarita Martínez Celedón, primero silbó y después cantó con una voz ronca y suave.

‘El testamento’ en su voz tenía el encanto que salía de su corazón y las notas precisas de su alma. El aplauso fue general y como premio recibió otro trago de whisky.

Ese día Escalona destacó las cualidades de su amigo y confidente Poncho Cotes Queruz y manifestó que había sido clave en su vida musical y que incluso Gabriel García Márquez había exaltado su intelecto.

También despejó la duda sobre la canción ‘La vieja Sara’ que algunos pensaban que era dedicada a la mamá de Poncho Cotes. “Ese merengue se lo hice a la vieja Sara Baquero, la mamá de Emiliano Zuleta”. La duda estaba en el verso. 

 

Se oye una voz en la noche

se oye una voz que la llama,

ese soy yo y Poncho Cote

llamando a la vieja Sara. 

 

Entró el momento de hablar de los amores del maestro Rafael Escalona que se pegaron en su corazón y los que huyeron sin causa justificada y cerró su amplia explicación con el singular verso donde congeló todo ese tropel de sentimientos. 

 

En asuntos de mujeres

tengo la lección bien aprendida,

yo quiero a la que me quiere

y olvido a la que me olvida. 

 

Al llegar el mediodía se sentaron a la mesa. El menú fue un sancocho de gallina criolla y jugo de uvita, brindado por doña Eucaris Quintero de Bustamante. Al cabo de un rato volvió la parranda, pero esa vez con Camilo Namén al mando cantando sus canciones costumbristas donde Chimichagua figuró en el centro de su corazón. 

 

Son sentimientos que me salen del alma

en una forma humana que demuestra querer

vengo a cantarle a mi tierra Chimichagua

esa tierra sagrada que a mi me vio nacer

por dentro siento que mi tierra me llama

y mis ojos reflejan su bello amanecer. 

El maestro Escalona lo interrumpía a cada rato para que refiriera la historia de sus canciones y Camilo lo hacía con gusto. “Mis canciones tienen la esencia de lo natural. Todo me pasa o le pasa a mis amigos y de ahí nace todo”.

Enseguida se detuvo en una canción especial, ‘Mi gran amigo’, el único merengue que hace llorar.

“Mi padre, Felipe Namén Fraija, murió aquí en Chimichagua el 19 de enero de 1970 cuando contaba con 54 años. Yo estaba por La Guajira, y llegué tres días después. Me puse a tomar para aliviar el dolor y me acordaba de la canción del cantautor argentino Piero: ‘Viejo mi querido viejo”. Enseguida me vino a la mente una melodía y unos versos que todavía me hacen llorar”.

Sin más preámbulos cantó: 

¡Ay! tan bueno y tan noble como era mi padre

y la muerte infame me lo arrebató

 esos son los dolores y las penas tan grandes

 que a sufrir en la vida le pone a uno Dios.

 

Se enlutó el corazón, y vino la tristeza

una viuda llorando de luto me dijo

de recuerdo grandioso dejó su nobleza

y la lucha perenne de educar sus hijos. 

 

Escalona, el inolvidable 

Aquella mañana de la parranda inolvidable de Chimichagua conocí de cerca al maestro Rafael Escalona, y nunca más se me escapó su nombre y su gloria musical, porque mi hijo Jordy Juan Rincón Arc
e, quien hoy cumple 35 años, me lo recuerda siempre. Él, es especial, tan especial que sigue cantando ‘El testamento’ de la misma manera.

Hijo, gracias por darme la felicidad de ser papá por primera vez. Eres el hermano mayor y el que siempre me anima a salir adelante. Tus palabras son mi mayor estimulo: “Viejo, pala mí eles el mejol”. Se sigue comiendo la R de Rafael, de Rafael Escalona. 

Que te habla, de aquel inmenso amol

que llevo dentlo del colazón

y dice todo lo que yo siento

que es pula pasión y sentimiento.