Crónica. Los campanazos más tristes de Carmelo

Por Juan Rincón Vanegas – Twitter @juanrinconv 

La mañana del miércoles 18 de noviembre de 2015 quedará pegada para siempre en la memoria de Carmelo Francisco Quiroz Fragoso, porque le tocó correr aceleradamente hacía la iglesia y comenzar a doblar las campanas por la muerte del hijo más querido de Valencia de Jesús.

Lo llamaron para decirle que había muerto en Sincelejo su paisano Calixto Antonio Ochoa Campo, y como es costumbre en su pueblo dar el anuncio tocado, enseguida se prendieron las alarmas y la pregunta obligada era quien había muerto. A su regreso iba dando la noticia casa por casa.

Los que se enteraban comenzaban a darle rienda suelta a los recuerdos de ‘El negro Cali’, el mismo que dio a conocer a su tierra a través de sus distintas canciones, especialmente ‘La escuela del poder’ y ‘Los altares de Valencia’.

“Esos fueron los campanazos más tristes que he dado en mis 61 años de estarlo haciendo”, dice Carmelo. Sin pensarlo continúa hablando. “A Calixto lo conocí muy jovencito. Era sencillo, obediente, trabajador y daba buenos consejos. Hace una parada como pesando en su mente toda la carga de recuerdos y al terminar indica. “Su muerte no se imagina lo que me está doliendo porque lo conocí muy de cerca cuando vivía acá y era una maravilla de amigo”.

Carmelo, quien pertenece a la Hermandad de Jesús Nazareno y desde los 12 años toca las campanas de la iglesia, le correspondió hacerlo nuevamente y esta vez cada tres minutos debido a la celebración fúnebre.

Manifiesta que por primera vez había visto tantas personas en su pueblo, ni en la Semana Santa, y todo por la despedida de Calixto Ochoa. “Algo impresionante, pero muy merecido por Calixto que entregó su arte musical a todos”.

Cuando en la iglesia se llevaba a cabo el acto religioso, él le cedía por ratos las cuerdas del campanario a Yeison Daniel Castro Fontalvo, quien cuenta con 12 años, para que lo hiciera. “Él será mi sucesor porque 73 años siempre pesan y estaré tocando las campanas hasta que Dios lo decida”.

Entonces cuenta que se casó con Carmen Elena Castro, y tiene seis hijos, siendo el mayor Miguel Alfonso, quien actualmente ocupa la presidencia de la Hermandad de Jesús Nazareno de Valencia de Jesús.

Sigue con la palabra en su poder y confiesa que también los jueves santos de hace una cantidad de años, toca el caracol de mar y la matraca. “También he estado enseñando para que no muera la tradición”.

Habló con Calixto

Carmelo es todo un personaje en la comunidad valenciana. Recuerda que hace tres años Calixto Ochoa estuvo en esa tierra con motivo del homenaje que se le rindió en el 45 Festival de la Leyenda Vallenata. “Esa vez hablamos y recordamos algunas cosas. Estaba feliz de regresar a su pueblo y hablar con su gente. También comentaba que su salud no andaba bien, que nos iba a dejar solos, pero que acá regresaba”.

En ese momento Carmelo no aguantó la presión del recuerdo -más escuchando las palabras del sacerdote que decía que éramos aves pasajeras en la tierra y que cada uno cumplía su ciclo en la vida-. “Me gustó como decían que Calixto era un genio. Esa es la mejor definición para ese paisano grande que dejó por todo lo alto el nombre de su pueblo”, expresa muy convencido.

Los altares de Valencia

En medio de la charla cuenta que fue testigo de la historia del suceso de los Altares de Valencia donde el protagonista fue el sacerdote español Francisco de Mendizábal, más conocido como el padre ‘Pachito’, que inspiró en dos canciones de Calixto Ochoa.

Hay que buscar un celador pa’ la iglesia

porque ya esto está pintando muy mal

con el caso que ha pasado en Valencia

hoy de ninguno se puede confiar.

 

Se lleva las manos a la cara como llamando los recuerdos y pide que lo deje contar y después le pregunte cualquier inquietud.

“Eso fue por allá en el año 1977 cuando el padre ‘Pachito’, quiso llevarse los altares, pero rechazamos eso porque al no comunicarle al pueblo sonaba a otra cosa”.

Entrando en materia el viejo Carmelo cuenta que “una tarde llegó un camión a la iglesia y la señora Margarita Ávila se dio cuenta. De inmediato tocó las campanas y la gente llegó. Ya estaban los altares dentro del camión y muchos intentaron meterle candela al vehículo, pero el chofer dijo que le estaban pagando por el viaje a Valledupar, y pidió que bajaran todo. Así se hizo y se llevaron para la casa de Luis Carlos Rosado, donde estuvo durante dos años. Esa casa es hoy la sede de la Hermandad de Nazarenos. Ah, en medio de todo el padre ‘Pachito’ se puso la sotana y dijo que iba a excomulgar a Enrique Villadiego porque no había dejado que se llevaran los altares. Los pelaos le gritaban ladrón, ladrón y le iban a voltear el carro Volkswagen”.

Iba a volver a arrancar con la historia cuando se le preguntó sobre la manera como el maestro Calixto Ochoa, quien ya no vivía en la población, se había enterado del hecho de los altares. “Él, vino a una Semana Santa y le comentaron lo que había pasado con los altares y en corto tiempo sacó la canción que se fue lejos. Ante esto la iglesia decidió no mandar más curas al pueblo y fue cuando Calixto volvió con otra canción, contestándole y pidiéndole perdón al padre ‘Pachito’, pero considero que fue por excusarse porque sabíamos cuál era la verdad, que iba a vender los altares”.

Quiero que la gente sepa quien es el padre Pachito

y que no sigan creyendo lo que dije en aquel disco,

en el disco de los Altares yo cometí un gran pecado

porque el reverendo padre es muy sincero y honrado. 

El nazareno legendario no aplacaba los recuerdos y entró al campo de varias de las canciones de Calixto con nombre de mujer y recordó una en especial: ‘Crucita’, dedicada a una de sus paisanas. “Se la hizo a la finada ‘Crucita’ Zapata, una mujer bonita”. Iba a cantarla, pero se detuvo por respeto al difunto.

El sonido de la campana seguirá acompañando a Carmelo Quiroz, el hombre fiel a las tradiciones y quien pide a Jesús Nazareno, le amplíe los días de vida para recordar al amigo que le cantó con sapiencia a las cosas cotidianas y por su talento logró ser el máximo genio de Valencia de Jesús.