‘El negro Cali’, el hijo de Valencia de Jesús, el hombre de la lengua activa que ablandaba cualquier corazón, el del ingenio popular y que se paseó orondamente por los oídos del mundo vallenato, cerró para siempre las páginas de su corazón, el mismo que recibió las más grandes alegrías y todos los reconocimientos.
Por Juan Rincón Vanegas Tw: @juanrinconv
Yo recuerdo que le dije
déjeme viví otros años,
pero esto fue un sueño triste
porque desperté llorando.
En 1969 Calixto Antonio Ochoa Campo compuso la canción ‘Sueño triste’, en la que cuenta la historia que vivió en su pensamiento y la muerte con todo su misterio fue la protagonista. Y añadió más renglones del sueño raro y triste cuando se imaginó muerto y todos comentando tan bueno que fue el difunto.
…Y 46 años después ese sueño se cumplió cómo lo dibujó esa mañana al despertarse, y que ahora no pudo ver, pero fue un sueño calcado porque el Valle amaneció de luto, los acordeones llorando y su morena inconsolable.
La canción que grabó el mismo Calixto en 1970 cuando tenía 36 años, diez años después lo hizo con total éxito Diomedes Díaz al lado de Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza.
A Calixto Ochoa la muerte, según la petición que le hizo en la canción, lo dejó vivir otros años, en los que pudo coronarse como Rey Vallenato en 1970, ser finalista del Festival Rey de Reyes, primera generación en 1987, ver florecer cientos de canciones que fueron el pan de cada día de los amantes del auténtico vallenato y en el 2012 recibir el más grande homenaje en el Festival de la Leyenda Vallenata.
Claro, que hace seis años la muerte le llamó la atención e hizo su primer anuncio que él recibió con paciencia y calma, hasta el pasado 14 de noviembre cuando le mostró su libro y aunque se pensó que nos seguiría acompañando, le anunció su pronto llamado a lista.
‘El negro Cali’, el hijo de Valencia de Jesús, el hombre de la lengua activa que ablandaba cualquier corazón, el del ingenio popular y que se paseó orondamente por los oídos del mundo vallenato, cerró las páginas de su corazón, el mismo que recibió las más grandes alegrías y todos los reconocimientos.
Consuelo Araujonoguera lo describió de la manera más precisa: “Calixto Ochoa…es extraordinario, es el representante de la clase vallenata que tiene sabor a tierra, a boñiga, a ganado, a campo, a trabajo, a sudor, a esfuerzo. Yo, diría que Calixto Ochoa es lo más auténtico dentro de la música vallenata”.
El pasado 14 de agosto cuando el maestro Calixto Ochoa sumó 81 años, resumió su vida en cortas palabras. “Llegar a esta edad alegra y enguayaba al mirar esos tiempos idos donde la familia y los amigos jugaron un papel importante para llegar lejos. No sé cómo decir, porque hasta el corazón palpita de emoción y nostalgia. Gracias a todos por no olvidarme, por llevarme en sus oraciones y seguir escuchando mis canciones interpretadas por distintos cantantes a los que no me canso de agradecer”.
En la despedida de la entrevista cuando se le pide alguna acotación, fue elocuente y poético: “Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que expresar desborda los caminos del alma y una despedida duele tanto como despegar el corazón de lo que más se ama”.
Sin miedo a la muerte
El hombre que le pidió permiso a la muerte para demorarse 16.802 días más de vida, nunca le tuvo miedo y hasta en varias canciones se dio el lujo de exponer su concepto. En la canción ‘La plata’ revela que la vida es un sueño y antes de morir hay que disfrutarla a lo máximo.
Si la vida fuera estable todo el tiempo
yo no bebería ni malgastaría la plata,
pero me doy cuenta que la vida es un sueño
y antes de morir es mejor aprovecharla.
También hizo un paseo por la conclusión de los días del ser humano, y sentó una cátedra de cómo la vida es un perfume al viento que siempre se nos va y que de nada vale en el mundo tanto orgullo si todo se vuelve nada.
Se acaba la vida se acaba el misterio
cuando uno se muere ya no vale nada
aquí vale igual un pobre pordiosero
que el más ilustrado de la sociedad.
Solamente el cementerio nos da un alojo
mientras que todo se vuelve polvo
hasta que al fin ya no somos nada.
Recuerdos del Festival Vallenato
Calixto Ochoa tenía un carisma a prueba de tristezas y enojos. Sus apuntes eran certeros al igual que sus canciones, que daban en el blanco desde que salían de su cerebro, y se quedaban guardadas dentro de su acordeón y en una hoja de cuaderno. Nada más era darles un par de silbidos para que la obra fuera tomando forma.
En el tercer Festival de la Leyenda Vallenata se presentó y ganó con lujo de detalles presentando las siguientes canciones, todas de su autoría: Paseo, ‘Muñequita linda’; Merengue ‘Palomita volantona’; Son ‘La interiorana’ y la ‘Puya regional’. Lo acompañaron en la caja, Olimpo Beltrán y en la guacharaca, Eliécer Ochoa. En esa ocasión en la mesa de jurados estuvieron Enrique Castro Palmera, Pedro Peralta, Darío Pavajeau Molina, Víctor Julio Hinojosa y Lácides Daza.
Para el maestro Calixto escoger una canción ante más de mil que compuso no fue tarea fácil. Eran su mayor carta de presentación y sus consentidas.
“Mis canciones tienen su lugar y momento especial, aunque ya no me acuerdo de muchas, todas son lindas para mí, pero con la que más me identifican es con ‘Los sabanales’, que nunca ha pasado de moda”. Así fue la respuesta del juglar quien ya había despedido con un disco a Marily, y ahora en su partida se le repite lo que cantó aquella vez:
Solo de aquí le pido a Dios que está en el cielo
pa’ que recoja el alma de un ser que ha fallecido
y lo tenga con él allá en su santo reino.