Crónica En El Paso, 25 años después, Alejo Durán sigue presente

Por Juan Rincón Vanegas

Para llegar al territorio donde el vallenato auténtico tiene su nido no hay pierde y más cuando una inmensa valla dice: “Bienvenidos a El Paso, tierra de Alejo Durán. Apa. Oa, Sabroso”.

La entrada a esa tierra llena de sabanas y pegada al sentimiento popular, al pedazo de acordeón y a los cantos de vaquería, está llena de recuerdos, de esos que tienen la reseña estricta del hombre bonachón, humilde y de imponente figura que con su voz y su acordeón al pecho se convirtió en inmortal.

Por todos los lugares que se recorren siempre está presente Gilberto Alejandro Durán Díaz, y más en la casa donde nació el domingo 9 de febrero de 1919, y que está ubicada en la calle 2 No. 2 – 03 del barrio Rincón Guapo de Alejo. Ese lugar fue escenario de verbenas, cumbias y bailes al sonar de las tamboras, pajaritos y cantos de acordeón. Precisamente, su papá Náfer Donato Durán Mojica, era acordeonero, y su mamá Juana Francisca Díaz Villarreal, cantadora de tambora. En ese ambiente creció el primer rey del Festival de la Leyenda Vallenata, para luego pasar a la finca ‘Las cabezas’ de propiedad de los Gutiérrez de Piñeres, donde nunca lo consideraron un trabajador sino miembro de su propia familia.

En medio del ganado a los 19 años cogió por primera vez un acordeón y a los pocos días compuso la canción en aire de merengue ‘Las cocas’, dedicado a las mujeres que se encargaban de cocinar y lavar los ‘trastos’.

En su casa, de 14 metros de frente por 42 de fondo, y que en estos momentos habita su sobrino Juan Miguel Durán Escorcia, hijo del Rey Vallenato, Náfer Durán Díaz, todavía hay algunos elementos de aquella época, como dos planchas de hierro, una linterna de petróleo, unos calabazos, un par de musengues, tres sillas momposinas y dos taburetes.

A pesar de que Alejo Durán vivió sus últimos 30 años en Planeta Rica, Córdoba, su nombre y sus hazañas musicales quedaron por siempre unidas al alma de los habitantes de El Paso.

Es así como Luis Francisco Campo Peinado, coordinador municipal de cultura, comunicó que su memoria sigue intacta a través del Festival Pedazo de Acordeón, que se ha realizado en 26 ocasiones; la Escuela de Formación Musical Alejo Durán, la Ciudadela Alejo Durán, la plaza principal Alejo Durán y el restaurante Apa, Oa, Sabroso.

“Alejo Durán, es el único personaje que en nuestro pequeño pueblo de aproximadamente siete mil habitantes tiene dos monumentos”, recalca.

Seguidamente lo reafirma Eustorgio Flórez Mojica, secretario del Festival Pedazo de Acordeón. “Desde 1988 a través de nuestro evento le rendimos el más grande homenaje a este gran líder de la dinastía Durán, quien al lado de su hermano Náfer, han escrito gloriosas páginas del folclor vallenato. En este fecha triste, lo recordamos, pero también seguimos exaltando sus gestas musicales que se extendieron por todo el mundo”.

Alejo, siempre dio muestras de su amor por su terruño componiendo varias canciones entre ellas la puya ‘Pasera’ y el merengue ‘El Paso’, donde dice:

 

El Paso es un pueblecito

todo el que llega se amaña,

es un pueblo muy bonito

en medio de la sabana.

Pa’ que vea que estoy alegre

y oigan lo que estoy cantando,

voy hacer este merengue

para todos mis paisanos.

 

Náfer, el mejor 

En cierta ocasión, Consuelo Araujo Noguera, le preguntó a Alejo Durán, quien era el mejor entre él y sus hermanos Luis Felipe y Náfer. No dudo en decir que Náfer. Ahora, se le recuerda esa respuesta a Náfer y se queda pensativo, ofrenda varias lágrimas y dice: “Mi hermano Alejo era un genio. Decía que yo tocaba mejor, pero él siempre se ganaba los aplausos”.

De esa dimensión era Alejo Durán con sus cantos sencillos, pero que tenían imán para pegarse en el gusto popular, y el que nunca le tuvo miedo a nada incluso ni a la muerte.

Al respecto dijo: “Le pido a la vida fuerza y medios para educar a mis hijos. Después, que Dios me dé el tanganazo cuando quiera”: Y efectivamente se lo dio el miércoles 15 de noviembre de 1989 a las 8:30 de la mañana en la Clínica Unión de Montería, y el diagnostico del cardiólogo Hernando Padrón, fue  que murió por hiperglucemia y un paro cardiaco.

El negro grande del acordeón minutos antes de partir de la vida hizo el ejercicio que le dictó su corazón. Abrió sus ojos, se incorporó y le susurró al oído a su esposa Gloria Durán: “Mija, te quiero mucho”. Así como quiso a su pedazo de acordeón.

 

Por si acaso yo me muero

les vengo a pedí un favor

me llevan al cementerio

este pedazo de acordeón.

Premio de cinco mil pesos

La historia de Alejo Durán comenzó a escribirse en firme a partir de haberse coronado en 1968 como Rey Vallenato. En esa ocasión se presentó con el cajero Pastor ‘El Niño’ Arrieta y el guacharaquero José Manuel Tapias. Ejecutó las siguientes canciones: el paseo: ‘La cachucha bacana’; el merengue ‘Elvirita’ y la puya ‘Pedazo de acordeón’, todas de su autoría, y el son ‘Alicia adorada’ de Juancho Polo Valencia

Exactamente el 29 de abril de 1968 en horas de la noche se cancelaron los premios. Alejo Durán recibió el cheque No. 297520 del Banco de Colombia por valor de Cinco Mil Pesos.

De igual manera el Primer Rey Vallenato es el único que se ganó una medalla de oro  en las Olimpiadas Culturales realizadas en octubre de 1968 en México.

En esa gesta musical lo acompañaron el cajero Pablo López Gutiérrez y el guacharaquero José Manuel Tapia Fontalvo.

En las distintas rondas dejaron en el camino a países como Camerún, Congo, Zambia, Japón, Italia, China, República Dominicana y México, entre otros.

La tanda musical que presentaron contenía las canciones: ‘Alicia adorada’, ‘039’, ‘Pedazo de acordeón’ y ‘La pollera colorá’.