Héctor Zuleta Díaz, un talento de dinastía que dejó huella en el tiempo

Por Juan Rincón Vanegas

Han pasado 32 años desde que un amor inmenso cambió de rumbo por cosas del destino: falleció Héctor Arturo Zuleta Díaz, dejando en el camino a una madre y a su hijo, dos seres por los que se había esmerado por sacar adelante. Ese hecho funesto que cambió la historia de la música vallenata sucedió el domingo ocho de agosto de 1982.

Para el recuerdo quedó ese amor que se comenzó a escribir al compás de canciones, de emociones y de palabras bellas, de esas que hacen que el corazón encienda sus luces de inmediato.

La historia comienza una noche cuando el acordeonero y compositor Héctor Zuleta Díaz fijó sus ojos en una encantadora joven nacida en San Diego, Cesar, mujer provinciana que con el paso del tiempo le inyectó la vitamina del amor.

Ella, Luz Eneida Amaya Becerra, nunca había contado este episodio que la unió por casi tres años al hijo de Emiliano Antonio Zuleta Baquero y Pureza del Carmen Díaz Daza, y que dio como resultado el nacimiento de un hijo.

Con una amabilidad desbordante, relata el momento en que a su vida ingresó Héctor Arturo Zuleta Díaz, cuando ella apenas contaba con 18 años. “Mi prima Alcira Becerra me invitó a una fiesta en Valledupar, allá estaba él con unos amigos. Se presentó, bailamos y comenzó con sus halagos. Pasó un tiempo y comenzamos un noviazgo donde primaron los detalles, las canciones, los versos y las cartas que me escribía”.

Entonces, llega un momento especial que Luz Eneida cuenta de la siguiente manera: “Decidimos organizarnos como pareja, al tiempo comencé con unos antojos y le dije que quería comer pollo. Héctor me llevó a La Viña en Valledupar, y al salir vomité bastante. Después me hice la prueba y estaba embarazada. Cuando él supo se emocionó y me hizo unos versos”.

Hace una pequeña pausa para exaltar las cualidades musicales de Héctor Zuleta y dice que la mayoría del tiempo estaba en función de la música. Ejecutaba varios instrumentos, componía canciones y que era un genio para tocar el acordeón, haciéndose famoso al lado del cantante Adanies Díaz.

Cuando el amor daba pasos de gigante nació el primer y único hijo de la pareja, y para ponerle el nombre ella cuenta la siguiente anécdota. “Una vez nacido el niño, Mario, hermano de Héctor, pidió que su nombre fuera Héctor Mario, pero la señora Carmen Díaz dijo sonriendo que ya le tenía listo el nombre, que se iba a llamar Héctor Arturo Zuleta Amaya. Todos estuvimos de acuerdo”.

Siguió hablando de hechos familiares hasta cuando vino la pregunta del mayor recuerdo que tiene de Héctor. Sin demora, contestó. “Mi hijo, lo más hermoso que Dios me dio y por él le doy gracias todos los días”. Entonces, entra en detalle de su primogénito. “Mi hijo nació el 9 de julio de 1981, y un año y un mes después falleció su papá”.

Entonces, sigue con la palabra. “El nacimiento del hijo volvió más detallista a Héctor Arturo, estaba orgulloso, y más porque llevaba su nombre. Cuando mi hijo creció le compré un acordeón para que siguiera los pasos de su papá, o fuera cantante, pero empezó y después dejó todo. Por ahí a veces canta en parrandas. Él, me ha salido bueno, trabajador y estudia derecho en la Universidad Popular del Cesar”.

La alegría de Luz Eneida Amaya Becerra, o Lucy, como cariñosamente la llamaba Héctor porque decía que tenía un nombre muy largo, se vuelve grande cuando manifiesta que su hijo ya le regaló dos nietos. “Dios es grande al darme dos nietos, cuyos nombres son homenajes familiares, Héctor Mario y Lucy”.

La emoción la conmueve, y ante ese río de alegría desbordante sobran las palabras que se convierten en imágenes donde sobresale el rostro de una mujer que fue testigo de una historia cuyos frutos se están dando con el paso de los años.

Cuando se le indaga por las canciones de Héctor, dice que no recuerda mucho, y también porque ahora pertenece y se congrega en la Iglesia Pentecostal. “Todo hace parte del pasado, pero me quedó lo mejor, mi hijo Héctor Arturo. También tengo que decir que empecé una nueva vida en Maicao, La Guajira, donde me casé y tengo otros tres hijos”. 

Registro de Héctor 

En el registro de la auténtica música vallenata quedó el nombre del célebre acordeonero Héctor Arturo Zuleta Díaz, quien nació en Villanueva el jueves 29 de septiembre de 1960, y durante su corta vida, 21 años y 10 meses, escribió una historia propia que todavía tiene injerencia por su calidad interpretativa y por sus canciones.

Durante estos años los homenajes no se han hecho esperar, y a través de cantos, versos y poesías se hace alusión a este integrante de la dinastía Zuleta, cuya pureza folclórica lo hizo grande.

Precisamente, el compositor Juan Segundo Lagos en la canción ‘El difunto trovador’ resaltó sus cualidades como músico completo, al que todos le tenían respeto porque sabían de su don, siendo sus versos lamentos del alma.

Definitivamente, el vallenato sueña con que ojalá volviera Héctor Arturo Zuleta Díaz, para que en un asomo de vida pueda darse cuenta que su talento dejó una excelente semilla y una huella en el tiempo.

 

Héctor… Era provinciano del alma sencilla

amaba la vida, amaba a su región,

y no era mentira, él era la esperanza del folclor.