Por Juan Rincón Vanegas – @juanrinconv
En la canción ‘Ausencia sentimental’ el compositor Rafael Manjarréz Mendoza, lleno de la más absoluta nostalgia por no poder estar presente en el Festival Vallenato pregunta sí el palo de mango está en la plaza igual y la respuesta es inmediata: “SI”.
Y lo mejor de todo es que hace 80 años, 7 de agosto de 1937, el ganadero y agricultor vallenato Eloy Quintero Baute, por iniciativa propia y unido a sus amigos Luís Suárez González, Tránsito Estrada Barreto, Braulio Nieves Sánchez, Rafael Córdoba Guillén y Antonio Caballero, decidió sembrar tres palos de mango en la plaza Alfonso López de Valledupar.
Las especies frutales fueron traídas de la finca ‘Bélgica’, ubicada en el camino viejo que conduce a La Paz, Cesar, pero con el paso de los días, y a pesar de la dedicación, pegó uno solo y a ese le pusieron todo el empeño para que creciera sin ningún contratiempo.
El cuidado del pequeño árbol consistió en echarle abono-estiércol de chivo, caliza y cisco de madera, y regarlo con agua diariamente, tarea que se turnaba el grupo de amigos; con el paso del tiempo lo vieron robustecerse, hasta alcanzar hoy tres metros de grosor y 20 de altura, aproximadamente.
El palo de mango se la ha pasado creciendo, dando frutos y, en ese lugar de la plaza, ha servido durante muchos años como punto de referencia a quienes se ponen citas de negocios, encuentros amorosos, lugar de tertulias y fue por años el termómetro para los grandes personajes de la vida pública colombiana, cuando en las campañas políticas medían fuerzas.
Si la manifestación llegaba o pasaba del palo de mango, así se medía el grado de aceptación.
Testigo del Festival Vallenato
Este famoso árbol marcó la pauta durante 36 versiones del Festival de la Leyenda Vallenata (1968 a 2003), y fue testigo de la coronación de muchos ganadores en sus distintas categorías.
En ese sentido las notas de los acordeones también lo alimentaron. Consuelo Araujonoguera dijo “Si el palo de mango hablara, tendría que empezar a contar las lágrimas que hemos derramado, las iras que he cogido, las injusticias que han cometido, los insultos que nos han proferido; pero también, el palo de mango terminaría cantando ‘El amor, amor’, para decirles a todos que el Festival de la Leyenda Vallenata es una institución, que gracias a Dios ya está consolidada, que es como un tren al que hay que prenderle la máquina y camina solo, y que además representa la más grande unidad, la fraternidad y la convivencia de un país cansado de duelos y afónico de largos llantos”.
Historia entre ramas
El palo de mango es el único del mundo que con motivo de su cumpleaños 75 recibió una serenata que tuvo resonancia nacional e internacional.
La serenata fue promovida por la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata y estuvo a cargo del Rey Vallenato Fernando Rangel Molina, y los verseadores Andrés Beleño y José Félix Ariza.
Con acordeón, caja, guacharaca y unos versos se le agradeció por haber sido testigo de las más grandes batallas musicales, esas que libraron los juglares nacidos en el corazón de Macondo y que tuvieron la sapiencia precisa para cantarle al mundo:
Ay debajo del palo e’ mango
donde yo quiero abrazarte,
y al oído preguntarte
¿negra qué te está pasando?
Son 80 años desde que el palo de mango adorna la plaza más importante de Valledupar. Ese palo creció como cualquier otro, pero con el paso del tiempo ha sido la insignia de una ciudad que se acostumbró desde la tarima Francisco El Hombre a darle serenatas con acordeón, que lo tiene como sitio de encuentro y de referencia y donde los amores han tenido su epicentro y provocado las primeras frases llenas del más bello sentimiento al compás de besos y caricias.
Las historias de amores son más dulces que los propios frutos del palo. Precisamente Erasmo Díaz cuenta que citó en el palo de mango una noche de mediados de septiembre de hace 15 años a una encantadora joven. “Era mi primer encuentro con Ana, quien hoy es mi compañera. Sentados a un costado del famoso palo de mango le solté mi repertorio sentimental y le dí el primer beso. Eso nunca se me olvida porque desde ese momento arrancó la historia de los dos”.
Los ojos se le iluminan y hacen posible que sea la prueba fehaciente de que el sentimiento hace milagros cuando dos seres se ponen de acuerdo en lo fundamental que es el amor, al lado de la sombra de un árbol que fue testigo del inicio de una relación que hoy tiene varios retoños.
El mejor cuidandero
Después que el palo de mango tuvo reconocimiento nacional, que los aires de los acordeones se abanicaron en sus ramas y que a su alrededor muchas personas arreglaron su mundo a golpe de palabras, le llegaron sus males y comenzó a deteriorarse al afectarlo algunas plagas.
Entonces apareció el periodista Crispín Eduardo Rodríguez Pinedo, creando la Asociación Protectora del Palo de Mango, cuya intención básica era que tuviera el mantenimiento adecuado y las autoridades le prestaran la atención requerida, como sucedió hace algunos años cuando estuvo a punto de morir.
“Siempre he sido contertulio en el palo de mango, de esta manera me hice el propósito de conocer su historia, averiguar por su suerte y crear la asociación que en corto tiempo dió muy buenos resultados, especialmente cuando el palo se cundió de varias plagas. Tocó movernos, se consiguió el mantenimiento, el cuido adecuado y se repuso en menos de lo esperábamos. Ahora, no se está secando; está bien y naturalmente se le nota el paso de los años, pero no es para alarmarse, sigue firme y dando la mejor sombra”, indica el periodista Crispín Eduardo Rodríguez.
La brisa continúa meciendo las ramas del famoso palo que con su verdor y cargado de frutos ve como pasan los minutos y las horas, y él sigue de pie desde aquella vez cuando Eloy Quintero Baute y seis jóvenes vallenatos decidieron ponerlo a crecer y brindarle los cuidados que se requieren para llegar a sumar tantos años de gloria.
Los vallenatos sombrean
pidiendo a cada momento
que tus hojas no se vean
marchitadas por el tiempo.